Preguntemos a los creativos publicitarios cuánto cuesta seleccionar una sola imagen (y no otra) para representar el mensaje que queremos proyectar en una importante campaña, o a un fotógrafo de prensa que plasma su propia realidad (la vivida y recogida por su cámara) por encima del contenido de las líneas que la rodean. Será cierto que vale más una imagen que mil palabras.

Son muchas las técnicas de comunicación visual que podemos utilizar para emitir un mensaje concreto; pero realmente unas pocas funcionan.
Mucho antes de pensar en el resultado que obtendremos con tal técnica y cual fotografía, debemos reflexionar acerca del mensaje que pretendemos compartir. Las ideas no emanan de nuestro interior incesablemente, ni se pueden mecanizar; pero sí que podemos afinar nuestra creatividad siendo sinceros con nosotros mismos.
Lo objetivo es inamovible, y lo real es interpretable. Así cuando nos planteamos una idea, por compleja que parezca, debemos destruirla completamente para volver a armarla del modo más simple que podamos. "Menos es más"- Van Der Rohe.
Descomponer es simplificar y simplificar es aclarar (a cada paso los conceptos son más puros y limpios), es la base perfecta para empezar a diseñar.
En un segundo paso hay que definir la estrategia que seguiremos para dar forma a nuestra imagen, y será la que nos guíe en el proceso creativo. De esto depende que nuestro mensaje sea enetendible por quienes nos interesa que lo entinedan, el público objetivo. Así apostaremos por un discurso participativo, dramático, irónico, humorístico, melancólico, etc. en la medida que nuestros conceptos clave (provenientes de la destrucción previa) nos lo permitan.
Manifiesto propio.-
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