Chema Madoz - Fotógrafo
Alberto Ruiz de Samaniego
(…) El juego metafórico de la obra del fotógrafo Chema Madoz (Madrid, 1958) es, sin duda, de estirpe conceptual. En el recurso que ciertamente favorece el procedimiento fotográfico de mezclar dimensiones diversas, que no opuestas, de lo real y de sus objetos y visión, Madoz nos descubre la posibilidad de alterar la percepción del mundo. Trastocando nuestras creencias cotidianas respecto de la posesión de la verdad y la intelección de los objetos, abriéndonos las probabilidades infinitas de las correspondencias de orden poético y perverso entre las cosas, que permiten conjugar lo más ínfimo con lo más sublime (un sol hecho de cerillas usadas, una cuerda para suicidas construidas con perlas), lo más abstracto con lo más inmediato (una representación de la ley realizada con cerezas, un dominó reconvertido en partitura), contraponiendo escalas (métricas y de valores) y formas de representación (un mapa estelar que se convierte en diana), o lo literario y narrativo con lo más insignificante o ruin, nos damos cuenta de la imposibilidad de establecer un fundamento de veracidad, que convierte a toda percepción del mundo en una producción imparable y felizmente errática de lecturas y descubrimientos interpretativos hasta lo absurdo, el chiste, la travesura paradójica, y también la tensión poética.
(…..)
Madoz, nuevo rey Midas, pretende, mediante su ojo ingente (que no ingenuo), convertir y, por lo tanto, salvar por el arte, todo lo que mira (y convierte destacar cómo lo mirado por Madoz acostumbra tener siempre un mismo aire de desasimiento, de pobreza o abandono melancólico, de insignificancia o intimidad banal). De la misma forma en que la ironía duchampiana reconstituía en artísticos los objetos vulgares (y hay mucho de ready-made duchampiano en el trabajo de Chema Madoz) a través de su simple designación (dedo de artista paradójicamente convertido en paradigma del índice semidivino o genial), la poética de Madoz, fundada en una sólida e hiperactiva conciencia intencional, está construyendo continuamente desde la nada de la incertidumbre o la plenitud de la significación, una nueva, fértil, por caprichosa e ingeniosa, objetualidad y, del mismo modo, nos está manifestando una concepción del ser y del sentido en la que, sin lugar a dudas, habremos de identificarnos.
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